LA CALENDA DE LOS MUERTOS

LA CALENDA DE LOS MUERTOS

“La muerte nos venga de la vida, la desnuda de todas sus vanidades y pretensiones y la convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable.” 
El laberinto de la soledad, Octavio Paz, 1950.


Por Sonika

¿Mexicano?
No es una sorpresa que para los mexicanos la muerte es alguien con quien se llevan de piquete de ombligo, muestra de ello es el primero y dos de noviembre que son motivo de fiesta nacional para los habitantes de la tierra azteca.
Esta no es una festividad reciente, ya que su existencia se remonta a la época de las culturas prehispánicas, las cuales celebraban el Miccailhuitontli y el Huey Miccailhuitl que en la actualidad sería la celebración de los fieles difuntos. Pero éstas no eran las únicas celebraciones relacionadas con la muerte.
Los ritos a los difuntos eran tan cuantiosos como los paraísos donde se recibían a los que perecían por agua, aire, en batalla, etc. Los indígenas solían enterrar a los fallecidos con su ropa y comida, además de sus armas, joyas y objetos de valor; esto sería el antecedente de lo que hoy conocemos como el altar del día de muertos, ese como el que tú y yo ponemos en nuestro hogar.
La influencia de los españoles se nota en los altares, y es que debemos recordar que ninguna cultura es 100% pura, la imposición del catolicismo y la derogación de los rituales aztecas enriquecieron nuestra forma de venerar a la muerte.

El mítico Oaxaca
Xochimilco, Mixquic y Puebla son algunos de los pueblos que muestran su majestuosa forma de celebrar a los difuntos. Pero Oaxaca no se queda atrás y levanta su mano demostrando que para festejos y lo sobrenatural se pinta solo, como muestra basta ver a los alebrijes, brujas y nahuales. Tal vez me dirás que eso no es real, pero algo que sí lo es y puedes admirar es Mitla conocido como el “lugar de los muertos”, la zona arqueológica que adquiere un aire mágico en el día de los muertos.
Desde el día 29 de octubre, los aromas juegan el papel de indicadores para el turismo extranjero que se congrega en el estado sureño, la exótica y embelesante mezcla de copal, cempasúchil, chocolate y mole pareciera decirle a los gabachos: “ya están cerca, ya viene “. En el centro del estado se ven las enormes carretadas de flores, además de los descomunales atados de caña y los racimos de frutas, es ahí amigos donde se nota la primera singularidad de la tierra zapoteca ya que los trabajadores del campo cortan los racimos de las mandarinas, limas, naranjas, jícamas y nísperos en manojos grandes y que los que realmente saben (que casualmente son los habitantes más longevos) tienen la noción de que los racimos más verdes y cargados sirven para adornar y dar a denotar las ofrendas oaxaqueñas.


El desayuno de bienvenida
Para los muertos de mayor rango en las familias oaxaqueñas (abuelos y padres) el recibimiento es con singular respeto, desde la mañana del 31 de octubre en una de las piezas de la casa se sirve un desayuno para estas almas, este puede constar de tamales y un tazón de chocolate. Con ello los “jefes” son bien recibidos en su día.
Desde el 31 los habitantes se congregan en los mercados de cada municipio para comprar todo lo que requieren para su ofrenda.
Las casas en el estado por lo regular tienen cuartos (piezas) muy amplios y uno de ellos siempre es destinado para tender en él la mega ofrenda, si decimos mega estamos hablando de un bien surtido altar el cual por lo regular utiliza mesas de más de 2 metros de largo. Uno puede preguntase ¿Cómo se van a acabar toda esa comida? Pues no es en su totalidad para ellos, los curiosos y turistas son parte importante de la respuesta y es que cada que alguien visita la ofrenda de una casa, ya sea porque conoció a los difuntos o por mera admiración reciben su itacate.

Las puertas al cielo
Los arcos que enmarcan los altares pueden ser formados por cañas o tablas y se recubren de flores y de los racimos de la preferencia del dueño de la casa, por lo regular se ven de uno a cinco arcos y se tiene la creencia de que hacen referencia al hogar que en vida habitó el difunto, o bien que son las puertas del cielo que se abren sólo en estas fechas. Pero esto es solo el primer paso para que el muertito regrese al plano terrenal, ya que su familia le prepara un camino anaranjado con pétalos de cempasúchil que va desde la puerta del panteón municipal hasta la casa del fallecido, si esto no es lo suficientemente atrayente para el ánima, el copal seguro le avisará a dónde debe ir.
El copal, ese aroma embriagante no es más que la goma que “llora”, el árbol del ocote. Algunos tienen la tendencia a quemar hojas de esencia, pero recordemos que el gusto se rompe en géneros. Las ceras juegan un papel importante ya que alumbran la velada de los muertos, no se desprecia a las veladoras pero con unas buenas ceras la obscuridad seguro le hace los mandados a las ánimas benditas.
Pero un altar que se respete tiene su plato de sal, el cual sirve para la salvación de las almas. Y las imágenes religiosas que relucen en las ofrendas son símbolo de purificación.

¿Y el pan de muerto?
Algo que se aplica en general en la República es que los antojos y la comida favorita de los que ya no están deben abundar en la mesa. Las bebidas y el agua para aplacar la sed a causa del largo andar que hicieron los finados y sin duda si es un oaxaqueño que se respete debe tener su ollita de mezcal minero, de pechuga o reposado. El guajolote hecho en mole negro, coloradito o rojo y las tlayudas son sin duda de lo más visibles en las enormes mesas.
El chocolate almendrado o amargo no sería del disfrute de los difuntos si no es acompañado de un buen pan de muerto, y sé que en su mente se figura la imagen del pan que emula una osamenta; pero no señores, para Oaxaca el pan emblemático de estas festividades es especial, sin olvidar su delicioso sabor, puede variar en tamaños, pero la “carita” es el sello que te indica que de verdad es de muerto. Esa figurita hecha de harina, pintada a mano con forma un tanto angelical puede venir sola o acompañada con una serie de enredaderas con flores en tonos bastante coloridos.

Disfrute la calenda
Para los oaxaqueños los festejos son un mero pretexto para explotar su alegría y gusto por el baile; ya sea para una boda, velorio, el inicio de las fiestas patronales en los valles centrales o en este caso para dar la bienvenida a las almas de los difuntos, todos los habitantes de las ocho regiones salen a las calles principales de sus municipios, esto en una comitiva que se conforma de danzantes, zanqueros y una banda de viento, además de las famosas chileras, hacen que en lugar de ser una celebración lúgubre y sin vida, Oaxaca tenga un verdadero centenar de mini carnavales.
Presentan bailes típicos como la sandunga. Y lo que es de admirarse es que habitantes de todas las edades se ven inmiscuidos en estas fiestas. Desde el 29 al primero de noviembre se tienen diversas calendas donde se pueden admirar muchos zombies danzantes, la mayoría con atuendos típicos del estado.
Espero que éste sea un motivo más para que diversifiques tu forma de poner la ofrenda de día de muestro y de vivir la llegada de los que ya no están.

Foto Sonia Zuñiga 

Foto Sonia Zuñiga 

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